Soy hombre. Nada humano me es ajeno.

 La lengua latina en su característica concisión lapidaria resume en la frase “Homo sum. Humani nihil a me alienum puto”  de Publio Terencio el Africano el fundamento del “humanismo romano”, que se alimenta a su vez  del pensamiento y de la historia de los griegos. 

 Hay otra frase similar menos citada, ésta de Cicerón, que resulta de absoluta actualidad en la época de la globalización: Universus hic mundus una civitas existimanda (El mundo entero debe ser considerado como una sola ciudadanía).

Han pasado dos mil años y parece que no hemos avanzado demasiado en la realización de este ideal humanista y estamos muy lejos de una misma ciudadanía universal. Como decía Tolstoi, “Es más fácil escribir diez volúmenes de principios filosóficos, que poner en práctica uno sólo de sus principios”.

Los  estados rechazan, a veces con violencia, y ponen impedimentos  a los procedentes de otros lugares o les niegan derechos fundamentales. Hay personas con pensamientos y comportamientos xenófobos y racistas. Y hay grupos políticos que hacen de los problemas de la inmigración en Europa y en España un uso demagógico y oportunista con fines electorales. Es lo que ha hecho Angela Merkel en Alemania cuando dice que han fracasado los programas de  “multiculturalidad” o lo que está haciendo el PP en Cataluña a la vista de las ya inmediatas elecciones autonómicas. Y sin embargo  el pluralismo cultural y la interculturalidad son posibles.